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Lo primero que se nos ocurre contestar es que sucede así porque los pies son la parte del cuerpo más a propósito para caer sobre ella; lo que no acertamos a explicarnos es cómo se las compone el gato para colocarse siempre boca abajo en el aire, aun cuando lo agarremos por los pies para dejarlo caer. Se ha dicho que, para dar esta vuelta, se vale de la cola; pero, si esto fuese así los gatos de la isla de Man, que carecen de rabo, no caerían nunca de pie; lo cual no ocurre en la práctica. Esta explicación, por tanto, no convence. Así, pues, sólo podemos decir que el gato se las compone de tal suerte, moviendo, sin duda, alguna parte de su cuerpo, que logra caer siempre en la posición más segura. Con tal destreza procede al hacer esto, que no logramos nosotros averiguar siquiera de qué medios se vale para ello. Pero no hay necesidad de recurrir a la cola para explicar el hecho, pues sabemos que las personas que saltan a tierra o se dejan caer al agua desde grandes alturas, saben ejecutar las contracciones musculares necesarias para caer de manera conveniente, aunque a veces una equivocación al calcular las distancias suele costarles la vida.
Lo primero que se nos ocurre contestar es que sucede así porque los pies son la parte del cuerpo más a propósito para caer sobre ella; lo que no acertamos a explicarnos es cómo se las compone el gato para colocarse siempre boca abajo en el aire, aun cuando lo agarremos por los pies para dejarlo caer. Se ha dicho que, para dar esta vuelta, se vale de la cola; pero, si esto fuese así los gatos de la isla de Man, que carecen de rabo, no caerían nunca de pie; lo cual no ocurre en la práctica. Esta explicación, por tanto, no convence. Así, pues, sólo podemos decir que el gato se las compone de tal suerte, moviendo, sin duda, alguna parte de su cuerpo, que logra caer siempre en la posición más segura. Con tal destreza procede al hacer esto, que no logramos nosotros averiguar siquiera de qué medios se vale para ello. Pero no hay necesidad de recurrir a la cola para explicar el hecho, pues sabemos que las personas que saltan a tierra o se dejan caer al agua desde grandes alturas, saben ejecutar las contracciones musculares necesarias para caer de manera conveniente, aunque a veces una equivocación al calcular las distancias suele costarles la vida.
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